domingo, 13 de enero de 2013

Capítulo 13.

Siento no haber podido escribir en todo este tiempo, tengo varios capítulos escritos, pero hasta ahora no he podido subirlos.
Los tres caminábamos por el centro de la ciudad. Era todavía muy pronto, por lo que las calles estaban desiertas.
 Jack nos guiaba hacia el lugar donde había estado refugiado todo este tiempo.
Por fin llegamos a un callejón por donde nunca pasaba nadie.
-Aquí es -dijo. Lo miré extrañada-. Al fondo, ya verás.
Asentí. Continuamos andando hasta el final. Me paré en seco, porque él non había estado solo.
Dos hombres y tres mujeres le acompañaban.
-¿Qué es esto?
-Son las personas que me ayudan a sobrevivir, Anna.
 Respiré hondo. No sólo iba a tener que vivir en un callejón abandonado, sino que además tendría que compartirlo con más gente. Ellos lo comparten contigo, estúpida, me dijo mi subconsciente. Cállate, le respondí.
-Annabeth, ¿estás conmigo o no?
 Abrí la boca con intención de decir algo, pero las palabras se quedaron atascadas en algún lugar de mi garganta, así que cerré la boca y miré al suelo, suspirando.
Fruncí el ceño, porque a mis pies tenía un montón de envases y latas de comida vacías.
-¿Esto me lo puedes explicar?
-Todas las semanas, pasamos un día y medio sin comer. Con lo que robamos o consegiumos en ese tiempo, nos alimentamos durante el resto de la semana.
Asentí, pensando en otros métodos más efectivos de repartir la comida sin tener que pasar ningún día de hambre.
Nos aproximamos más a las personas que a partir de entonces serían mis compañeros.
-Hola -saludé, tratando de parecer amable. Nadie contestó.
-Chicos -dijo Jack-, esta es Annabeth, y ella es su madre, Beatrice.
Una chica se levantó, sonriendo.
-Me llamo Helena -dijo, tendiéndome la mano-, y ellas son Tisha y Noah.
-Os pareceis -dije, sonriendo también.
Las tres sonrieron.
-Somos hermanas -dijo Noah.
-Y ellos -dije, señalando a los hombres-, ¿quiénes son?
-Louis y Niall -intervino Tisha.
Ambos agitaron la mano, sonriendo.
-Bienvenidas -dijeron los cinco.
-Os haremos un sitio a los tres ahí -dijo Helena, señalando una esquina-. O podeis quedaros Annabeth y tú, Jack, y Beatrice en tu antiguo sitio. O Anna y Beatrice ahí, y tú donde estabas.
-Me pondré yo en tu antiguo sitio, Jack -intervino mi madre. Me lanzó una mirada de advertencia cuando fui a contradecirla.
-Bien, pues -dijo Helena, dando una palmada-. Acomodaos.


Cuando me desperté, todos dormían. A mi lado, Jack yacía con los ojos cerraos y con uno de sus brazos envolviéndome, protegiéndome. Me gustaba así, sin fruncir el ceño, la boca entreabierta. Parecía más joven, mucho más tranquilo. ¿Cómo ha podido tomar mi corazón en tan poco tiempo?
Alcé mi mano y recorrí con el pulgar sus pómulos. Se revolvió un poco, pero no despertó, sino que me atrajo más hacia él. Le coloqué un mechón de pelo que caía sobre su frente tras su oreja, y esta vez si despertó.
-Hola -murmuró, sonriendo.
-Lo siento, no quería despertarte. Duerme.
-No pasa nada, Annabeth, no tengo más sueño.
Asentí. Miré a mi alrededor y nadie se había despertado aún. Le miré de nuevo. Jack me observaba, con el ceño funcido de nuevo. Miré su brazo, todavía rodeándome, y un rubor de extendió por mis mejillas. Apartó el brazo al percatarse de su posición y murmuró una disculpa.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó. Me encogí de hombros y miré a mi madre. Se veía más pálida y delgada.
-Jack -murmuré-, mi madre. Ella está enferma. Tiene que ver a un médico.
Su ceño se profundizó más.
-Iremos, cielo, no te preocupes -¿cariño?-. Te prometo que estará bien, no le pasará nada. No lo permitiré. 
Por desgracia, sus palabras no me tranquilizaron. Amaba a mi madre; ella era lo único que me quedaba, no podía perderla.
-Anna -dijo, cogiéndome la mano-, estará bien, lo juro. No te preocupes, por favor. Por favor.
Le miréa los ojos, que estaban llenos de preocupación y tristeza. Sí, Anna, tristeza por verte así, murmuró mi subconsciente. Se preocupa por ti. Sacudí la cabeza, porque aquello no era posible.
 Asentí en respuesta. Sonrió y besó cada uno de mis nudillos. Se levantó y me ayudó a mí también.
-Vamos a despertarles -dijo. Asentí.
Primero despertamos a Louis y Niall, que abrieron los ojos refunfuñando. Luego, a Tisha, Helena y Noah. Solté su mano cuando nos acercamos a mi madre, me acuclillé ante ella y la sacudí suavemente. No reaccionó. Con el ceño fruncido, lo intenté de nuevo, un poco más fuerte. Nada. Coloqué mi mano sobre su frente compobando su temperatura. Estaba muy fría, a pesar de las mantas y los abrigos que llevábamos. La ansiedad me inundó. No, fue lo único que pude pensar.
-Llamad a una ambulancia -dije-. ¡Llamad a una jodida ambulancia!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios.